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La vejez: sabiduría añeja, secretos a voces

Actualizado: 18 oct 2023



Leía algunas cosas por aquí, otras por allá, y mientras escuchaba música melancólica, se me fueron las horas. Y es que, así es el tiempo de inclemente y voraz, que no nos damos cuenta de las ráfagas que a veces sobrepasa nuestra cotidianidad.


Y me encontré con una cruenta realidad y al mismo tiempo, algo tan normal, que muchas veces pasa tan desapercibido: La acción de envejecer.


Cuántas veces nos hemos preguntado ¿Cómo seremos de viejos? ¿Hasta qué edad viviré? ¿Tendré nietos? ¿Me jubilaré? ¿Seguiré enamoradx? ¿Aún rendiré en la cama? Entre otras, tan numerosas consultas que hacemos al aire, como si este, nos pudiese responder.


Así que este artículo, va de conversar de lo real y lo injusto muchas ocasiones de entrar en la etapa de la tercera edad y sacar del baúl, lo que nadie nunca afronta.

Cuestión de tiempo, literalmente

El único requisito para envejecer, es nacer. Envejecemos mientras crecemos, mientras pasan los segundos, minutos, horas y así sucesivamente. Nuestros tejidos se expanden, nuestros huesos se alargan, nuestro cerebro crea más conexiones neuronales (a menudo las destruimos) y nuestra vida va adquiriendo matices, a lo largo de los años.

No podemos hablar de la vejez, como algo muy básico o muy banal, porque no lo es. Llegar a viejo, aparte de que es inevitable (si no partimos antes), tiene innumerables surcos que analizar y desmenuzar.


En un mundo donde lo que prima es lo nuevo, lo reciente, lo rápido, lo inmediato, hay seres y situaciones que no van para nada acorde a estos nuevos sistemas, que tienen su manera de ver el mundo y que casi siempre, este, le da la espalda en su diario vivir.


Perspectivas macabras, pero reales

No es invento mío y tampoco creo que mi percepción sea errónea, pero hay una gran, extensa y magna mayoría de personas, que piensa y/o siente que llegar a la vejez, es lo peor que puede suceder (sobre todo en occidente). Donde las cremas antiarrugas, dietas estrictas y tratamientos farmacéuticos, están a la orden del día, para “dios quiera” retrasar un poco el proceso natural de envejecer.


Porque nadie quiere hacerse viejo, me incluyo a veces, como todo ser humano, me cae la carta del miedo a lo desconocido, la incertidumbre de ver el tiempo correr ferozmente y que tantas cosas pudiesen quedar inconclusas, tantos planes, tantas tareas, etc. Pero esto es de humanos.

En otras culturas, sobre todo en Oriente Medio, hacerse viejo, es sinónimo de honor, de sabiduría, de status, y más. Pero también me atrevo a decir, que no es lo mismo llegar a viejo, que llegar a vieja.


El viejo, en cualquiera de sus perspectivas, es un hombre de experiencia, de saberes extensos, de una vida qué contar, historias interesantes y ejemplos que poner a consideración, cada arruga, es un homenaje a la sacada de la madre, durante toda su vida, mas, una vieja es una doña, sin gracia, con arrugas, piel colgada, metiche, dramática, se enferma de todo y sus historias aburren.


Me duele el útero, solo de escribirlo.


No digas que no, aún, en ese tipo de contexto, vemos una brecha patriarcal.


También es cierto que, sin importar el género, a la persona de la tercera edad, se le desplaza, se le aquieta, se le intenta atiborrar un rincón específico en la casa para que “disfrute” de sus últimos años, o se le da un nuevo hogar con “más como ellos” que queda escondido, a las afueras, que queda lejos.

Según estas perspectivas, llegar a viejo, es limitante, es contraproducente, es malo.


Ser viejo, es ser amargado, es no comprender a las nuevas generaciones, es ser cerrado, es hacer las cosas a nuestro modo, es caminar por donde siempre he caminado, es comprar al vecino que siempre he comprado, es ser temático, taimado, terco.


Eso es ser viejo. Entre verdades y estereotipos, entre líneas y acciones, todos tememos llegar allí.


Jubilaciones y tiempo de relax

Es como sentir el tic tac del reloj respirándonos en la nuca todo el tiempo, porque aún nos falta cumplir demasiados propósitos y sentimos que, si no lo hacemos, no tendremos una vejez digna.


Como lo cita Isabel Allende, en líneas de su último libro “Mujeres del alma mía”:

Jubilación, es un término que se deriva de “júbilo”, porque se parte de la base que es la época ideal en que uno hace lo que le da la gana. Ojalá fuera así.

Y muy de acuerdo con ella, sobre todo, porque vamos a la realidad en nuestro país, la región, el continente y el mundo; no todas las personas que llegan a la tercera edad, lo hacen con un trabajo digno, por ende, no adquieren su jubilación, otros, ni siquiera reciben lo justo, ni lo que les corresponde, muchos viven en las calles, viven de lo poco que pueden adquirir, para re-vender, viven en la mendicidad y sumidos en la soledad.


No tienen familiares cercanos que cuiden de ellos, o simplemente nadie los quiere atender, porque, para colmo de males, cuando se llega a viejo, los achaques aparecen como consecuencia de los gajes del oficio en los años floridos, ya sea por trabajo, familia y hasta excesos. Aparecen las enfermedades, las dolencias, el malestar, el peso del cuerpo, los huesos y los años.


Y quienes tienen la chance de llevar un mejor estilo de vida y al menos, lo hacen acompañados, deben tener sus ahorritos para controlar sus malestares con fármacos, masajes, enfermeras y lechuga hidropónica.


Es que hasta morir, es caro. Con cada elemento que se añade al paquete de la funeraria.


Disfrutar la vida, no es cosa de viejos

Y no porque no puedan, o no quieran. Es más, muchas personas se sueltan a ser quienes son, cuando ya no le deben nada a nadie, es decir, en su vejez. Se tatúan, se cambian de look, se van de año sabático, etc. Sino que el ser humano, debería arrojar a la basura, la creencia tan implantada, de que todo lo que construimos con el tiempo, se debe disfrutar, solo cuando lleguemos a viejos.


Para mí no hay nada menos acertado, que ello. “Intentar” disfrutar de la vida, cuando ya no tenemos fuerza, ni podemos comer lo que nos gusta, porque nos hace daño, ni poder jugar con los niños (nietos), porque los huesos duelen, ni poder hacer el amor a fuego ardiente, porque ya la libido nos dijo adiós hace algún tiempo, ni salir de viaje, porque implica un esfuerzo mental y físico exorbitante. Y así, podemos seguir citando ejemplos.


La vida se debe disfrutar ahora, hoy, con quienes te rodean, con tu familia, con esa receta deliciosa llena de carbohidratos y condimentos, ese vino, las miradas, las manos, los besos, los hijos, sudar de tanto jugar, sacar a pasear a tu perro, saludar a los vecinos, hacer arte, hablar, ver, sentir, caminar, respirar.


Ahora, que la vida te tiene joven y fuerte.


Ya para cuando estemos viejos, nos cedan los asientos y nos ayuden a cruzar la calle, lo ideal sería descansar, cuidar nuestra frágil salud y nuestra robusta mente y por ahí contar historias inspiradoras a quienes sí quieran estar cerca. Para ese tiempo, ya no actuaremos con hipocresía, lo que es NO, es NO, ya no nos sentiremos obligados con una sociedad, que no nos quiere tanto, a pesar de haber aportado mucho a la misma.


Realidades.


Conclusiones y postulados arrugados

Mira a tu alrededor, y dime, con toda sinceridad, si las personas que ya cursan la tercera edad, son tratadas de manera justa, y te darás cuenta, dónde yace mi consejo para ti.


No sólo revolucionar nuestra actitud hacia ellos, sino crear políticas que los respalden y les brinde una vejez y muerte dignas.


No te puedo decir que son personas como tú, o como yo, porque son más que eso, la mente y el espíritu de aquellas personas, cuya faz, se satura de arrugas, nunca pierden el brillo; sus historias, hazañas, tristezas y carencias, son fuente de sabiduría y de inspiración.


En sus canas cabelleras, se entrelaza la melancolía y el paso de los años; esas melodías que hoy suenan lejanas, pruebas del camino que los han hecho de hierro por dentro, esas manos que se encojen con dolor, cuentan más historias, de las que tú y yo juntos, podremos haber vivido.


Respetarlos, no basta con cederles un lugar en el bus, ayudarles con las bolsas de las compras, ni comprarles remedios; respetar sus vidas, comprende escucharlos, acompañarlos, atenderlos, invitarlos a seguir viviendo con furor, mientras se pueda, motivar sus últimos propósitos, amarlos, darles el lugar que merecen, a pesar de la sociedad, a pesar de la mala pensión, a pesar de los comentarios ofensivos, a pesar de su terquedad, de sus modos y maneras. Respetar su vida, así como respetamos otras formas de vida.


Algún día, estaremos parados frente al espejo, y seremos mayores, nos costarán muchas cosas y nos motivarán otras cuantas, así que trata y respeta a tus mayores hoy, como quisieras ser tratado, cuando tú ocupes su lugar.


Después de todo, por fuera seremos diferentes, pero el camino recorrido es lineal, en el sentido de la edad. Todos vamos para allá, si el Universo nos brinda un largo camino.


La Lora Mojada


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