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El milagro de nuestros primeros años

Actualizado: 18 oct 2023

Un artículo, para entender las pequeñas cabecitas de las criaturas que alguna vez fuimos y las que hoy caminan por este planeta, que cambia día a día. Vamos a desentrañar los misterios de la niñez o infancia.

Al pensar en este tema, creo que todos nosotros, nos sentimos identificados con ciertas normas o patrones, pero es eso justamente, lo que espero de cada uno de nosotros, desaprender todo lo que hasta ahora sabemos.


La base de la construcción del ser humano

Desde los primeros años de vida, nuestro desarrollo corre a velocidades inverosímiles, aprendemos a balbucear, apuntar con el dedo, comprender vocablos, gestos y expresiones de quienes nos rodean, aprendemos a gatear, caminar, correr, a decir nuestras primeras palabras y a formar nuestras primeras frases. Exceptuando a quienes tienen capacidades diferentes, por supuesto, ellxs lo hacen a su ritmo y mediante sus posibilidades.


Estudios neurológicos a cargo de numerosos científicos y entendidos en la materia, afirman que es durante los primeros años, que el ser humano es capaz de absorber todo lo necesario para su desenvolvimiento para el resto de su vida.


Te invito a leer los siguientes artículos:


Es importantísimo saber esto, para partir desde este punto, sabiendo toooooodas las carencias que tuvimos y que de seguro están teniendo las nuevas generaciones desde que nacen y se desarrollan en su primera infancia.


Cuando se da más relevancia a un ser humano adulto y desarrollado y se minimiza la existencia y el sentir de esos seres humanos cortos de edad, pero grandes en espíritu y mentalidad.


Infancias recordadas y recortadas

Me entretuve un montón, cuando les pregunté en mis redes sociales, qué era lo más lindo que recordaban de su niñez o infancia, me sentí muy identificada con sus respuestas y por supuesto recordé también mis primeros años de vida.


Muchos coincidimos en el hecho de vivir de una manera más desenfadada y libre, jugando en la calle, con rodillas lastimadas, manejando la bici, pateando un balón, trepando un árbol, cuando la vida tenía todo el sentido que debía tener y nuestros espíritus eran felices, sanos y libres. Y es que sí, en nuestra infancia carecíamos de eso que hoy nos amarga, nos estresa, nos limita y nos entristece, éramos los seres más puros y no lo sabíamos.


Llenos de energía y de mente lúcida, podíamos comernos al mundo entero, si así lo hubiésemos querido; pero así como fuimos afortunados, también fuimos minimizados, tanto en casa, como en la escuela, al no ser escuchados, al no enseñarnos a tener un pensamiento crítico, al tener miles y miles de preguntas y en vez de respondernos, nos mandaron a callar, nos condicionaron a un aula que no evoluciona ni en nuestros días actuales, nos condenaron a mirar y no cuestionar, a obedecer sin chistar, a creer lo impuesto, a actuar según era lo correcto, a burlarnos de las diferencias de los demás, en vez de aceptarlas, a criticar, a ser el reflejo de nuestros padres, a meternos de cabeza y a la fuerza en una sociedad que nos miraba con cara de ternura por 5 segundos y luego nos hacía al lado, sí señoras y señores, nos cortaron las alas. Y luego crecimos. El cuento se cuenta solo.


El sistema de educación hasta la actualidad, ha evolucionado sólo en tecnología, sin embargo, la disposición de las aulas, el pensum académico, la forma de enseñar, las tareas, la escolaridad en general, es igual hoy, que hace siglos atrás (salvo algunos países como Finlandia, Japón o Corea del Sur), todo sigue intacto.




Ciudadanos pequeñitos

Los niños y niñas, son seres humanos. Ya sé, es obvio, pero no lo creas tanto. En nuestra sociedad, los niños son en quienes menos pensamos a la hora de hablar de desarrollo, y eso que crecimos escuchando y escribiendo en pancartas frases como: “los niños son el futuro de la Patria” pero son a quienes menos damos la mano al momento de pensar en el futuro.


Si ni siquiera pensamos en cambiar su escolaridad y su rol dentro del hogar, mucho menos nos van a dar un futuro prometedor.


Y la clave no son solo ellos, sino nosotros también, como padres y como adultos desarrollados, dándoles el ejemplo, ante todo. Allí radica esta maravilla. Difícil le veo.


¿Cómo vamos a darle el ejemplo a las nuevas generaciones, si nosotros mismos crecimos con esas carencias? Crecimos con creencias impuestas, de todo tipo, con un chip que ya venía deteriorado desde tiempos remotos y ahora querer cambiar o romper esa cadena, no depende de los niños, sino de nosotros enteramente. Es posible, aunque muy, muy difícil, es posible.


Ellos son ciudadanos pequeñitos como los nombra Francesco Tonucci, también conocido como “Frato” pedagogo, pensador y dibujante italiano, en su obra “La ciudad de los niños”. Son seres humanos con pocos años, no son menos que nosotros, yo incluso diría que son mucho, mucho más, son la clave de que el mundo cambie, son la puerta a la innovación, a la equidad, son el mañana, pero si actuamos hoy, si les damos el lugar que se merecen, les damos la palabra, a que se expresen, a que se sintonicen en el mundo en el que viven y con su genialidad, nos saquen de la miseria social en la que vivimos todos.


Les hemos heredado un mundo asqueroso, donde incluso ya ni ganas da de tener descendencia, porque traer al mundo a más seres humanos, casi que suena a sacrilegio, y no es para menos.


Los primeros años de vida, son la llave para que el mundo cambie, niños que se sientan amados, que sientan que su opinión es valorada, que sus sentimientos son importantes y visibles, que sus esfuerzos son bien recibidos, que se sientan integrados a la familia, a la sociedad y a su entorno. No son nuestros esclavos, ni son adornos, ni juguetes, ni sólo un número más, no son un 10/10, no son un castigo, ni un error, ellos son seres humanos formándose, dignos de respeto, de amor y de la más sincera admiración.


Decadencia de la raza humana

Creo que hasta este punto, es más que obvio en quienes nos tenemos que enfocar, para que la raza humana deje de ser como es.


Y es empezar a pensar de manera inteligente e informarnos debidamente para gestionar un mundo donde ellos crezcan de manera adecuada, empezar a darle la importancia a la educación inicial y básica, antes que a la universitaria, es empezar a reconocer la labor ardua de un profesor de la básica y que monetariamente se reconozca el trabajo, tanto como el de un docente universitario, es empezar a generar espacios de desarrollo social, dentro de cada aula y en cada institución, es comenzar a medir la capacidad de cada individuo sin números que lo califiquen o descalifiquen, es empezar a desarrollar y reconocer las inteligencias múltiples, es empezar a escuchar sus anhelos e historias, es empezar desde el núcleo familiar, a educarlos sin estereotipos de género, dinero, religión, poder, etnia, etc., es empezar a desaprender todo lo que hasta ahora creímos saber.


¿Quieres un mundo con equidad? ¿Quieres un mundo más empático? ¿Quieres un mundo más consciente? ¿Más ecológico, más sensible, más libre? La respuesta es educar y re-educar a las nuevas generaciones.


Me molesta sobremanera, cuando escucho a personas decir: “Si dependemos de las nuevas generaciones, estamos mal” “A donde iremos a parar con las nuevas generaciones” y más postulados, que sinceramente me suenan a viejitos amargados y ciegos ante una realidad evidente.


Les hago la pregunta del millón: ¿Quién está guiando a esas nuevas generaciones? ¿Quiénes les están dando el ejemplo de cómo encaminarse? ¡Ahhhh! la cosa cambia.

Criticar no es ayudar, burlarse no es ayudar, señalar no es ayudar.


Con el pésimo ejemplo que les hemos dado y que seguro les seguiremos dando en su mayoría, no crean que las nuevas generaciones cambien algo para bien, porque el sistema sigue siendo el mismo por décadas, salvo por la tecnología, que en muchos casos han empeorado ciertas situaciones.


La otra cara de la moneda

Niños pegados a pantallas, niños que ya no juegan, que ya ni lloran, ni ríen, que parecen entes, que no saben si van o vienen, que les falta calle, historias que contar, raspones y heridas de aprendizaje, que justifican todo, que se esconden detrás de padres que todo les permiten, que todo les dan, donde no hay reglas, ni autoridad, donde los niños son quienes deciden hasta qué se va a comer ese día. Eso también es dañar a las nuevas generaciones.


No nos sirve en absoluto confundir las funciones del núcleo familiar y escolar, esto solo nos llevaría a la decadencia total.


Los niños no deben ser más, ni menos, deben estar integrados, y como todos, tener derechos y obligaciones, al ser personas que se están formando, necesitan saber de límites, normas y acuerdos, pero también necesitan un espacio de expresión, de juego, de dinámica para crecer. Esto se trata de equilibrio.


Además, con el miedo que le tenemos al cambio, no avanzamos ni un paso a favor.


Así como debemos educar a nuestros niños, debemos educarnos nosotros y saber cómo guiarlos correctamente. Es una lástima que para los adultos sean más importantes otras cuestiones, que son el resultado de una crianza anticuada y que nos restó. Lo bueno de todo esto, es que así como se aprende del ejemplo, también se aprende del contraste, y también que gracias a la tecnología, la información necesaria la encontramos en segundos en nuestro ordenador o teléfono. Sencillo.


Lo que no nos gusta es investigar, indagar, dudar y responder estas dudas. Vivimos por vivir.

Es momento de romper la cadena y abrazar a nuestros niños y a nuestro niño interior más aún.


Y si hablamos de realidades crudas e inhumanas, sólo detente a pensar en los niños y niñas que crecen siendo víctimas de abuso, de maltrato, a los que se les niega la educación escolar, a los que obligan a trabajar, a quienes abandonan a su suerte, quienes ven a sus padres drogarse hasta morir, a los niños en los campos de concentración, a los niños víctimas de las guerras, de la hambruna, a los niños que usan como esclavos domésticos y sexuales, a quienes deben casarse por obligación y viles tradiciones, a los que sólo quieren morir y dejar de vivir su realidad.


Me salen las lágrimas solo de pensar en esas desdichadas criaturas. Esto no es justo.


Analizando entre sus carencias, lamentablemente, la mayoría de las vidas de estos niños, serán tristes y sumidas en vicios, delincuencia, ignorancia, psicopatías, suicidios, etc.

¿Se dan cuenta, dónde radica el cambio? ¿Dónde empieza todo?


No vuelvas a criticar a las nuevas generaciones, si no les das una mano tú primero.


Sanar es cosa de niños

Tienen una capacidad de sanación y de resiliencia de no creer. Su corazón es tan puro y tan sensible que no caben odios, ni apatía. Si tienes un mal día, te hacen reír, si te enfermas, están allí, si estás triste te dan un abrazo.


Si queremos ser mejores cada día, debemos aprender de ellos.


Acordémonos de cuando éramos niños, de ese sentimiento de que todo está bien, que, a pesar de todo, hay alegría y gratitud, hay cariño y todo es posible.

¡Tanto que aprender de ellos!


El último consejo que te puedo dar, es el mismo que me hice a mí misma: investiga cómo ayudar a los niños y nuevas generaciones a avanzar, a desaprender todo y empezar de cero, aplícalo a tu vida diaria, contigo y con cada niño que veas.


Comienza por ti mismx, si ves que se vulnera la infancia, la escolaridad responsable y abierta a la creatividad y al pensamiento crítico, si sientes o ves que son víctimas de maltrato, que se vulneran sus derechos, no pases de largo. ¡Haz algo! ¡Hagamos algo!


El futuro depende de ellos, y de nosotros según cómo les guiemos y les eduquemos, no es solo su responsabilidad, ya quitémonos esas ideas arcaicas de la cabeza.


Y algo muy importante, despertémos a esx niñx interior que yace guardado en nosotros, démosle vida y protagonismo, de seguro, el mundo deja de ser tan pesado y tan amargo.


Yo sólo sé que cuando sea grande, quiero ser una niña.



La Lora Mojada





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