Identidad: menos de ver, más de ser
- La Lora Mojada
- 24 ago 2021
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 10 nov 2023
Uno de esos temas tan complejos, que nos costaría peleas, llantos, actitudes un tanto raras y desubicadas, pero sin duda, que llama a la filosofía de nuestro diario vivir.

Un número de 10 cifras, una huella digital única, el turno de la farmacia, el boleto del estacionamiento, el número de lista en el colegio, una contraseña, un perfil en redes sociales, somos y ocupamos un lugar determinado, en un tiempo determinado, porque nos diferencia, porque nos organiza, porque nos condiciona y en realidad, es cómodo para un sistema de obligatoriedades, control y descontrol, siempre.
Pero ¿somos lo que vemos por fuera? ¿somos lo que los demás perciben de nosotros? ¿tenemos una identidad asignada o está en constante cambio?
Vamos a deshilachar esta maraña de preguntas y postulados.
Una palabra
Tu nombre. Esa palabra de unas cuantas letras que le dan vida a tu personaje, ese avatar que pisa este planeta e interactúa con los demás. Parece algo simple, pero la fuerza que tiene tu propio nombre, te hace tú. Incluyendo a esto, que tus padres lo escogen por ciertas razones: tienes los ojos de tu abuela, el lunar de tu bisabuelo, así se llama tu padre o madre y quieren perpetuar la tradición familiar o porque tiene un significado en concreto, que tus padres decidieron para ti. Eso hace mucho en tu persona, en reconocerte de entre los demás, sea un nombre común o uno muy raro y poco convencional, en tu idioma o en otro, corto o largo.
Tus apellidos, que también terminan de construir tu nombre y, por ende, parte de tu identidad, es algo que, de manera personal, considero menos relevante, ya que es un factor repetitivo y heredado, sin embargo, tu nombre junto con tus rasgos únicos, físicos y emocionales, te hace la persona que eres. Bueno, en cierta forma, porque somos sinceramente, una complejidad eterna.
No es cosa de zapatos
Algo que no podría decir que es reciente, (por el vasto tema de las redes sociales) es que los seres humanos tendemos a compararnos con los demás y que es normal, sobre todo, cuando hemos venido siendo parte de un sistema que te manipula fuerte y descaradamente, con el consumismo (por ende, es algo de siempre).
Vestir ciertas marcas, comer o tomar en cierto lugar, visitar tal o cual destino, tener el look y el outfit, cierto aparato electrónico en las manos, seguir ciertas tendencias, no te hace algo en particular y no crea una identidad - si usamos nuestra materia gris – pero, lastimosamente, hoy y siempre, han sido factores determinantes que etiquetan, sesgan y filtran a los seres humanos en una escala numérica cruel, ridícula e innecesaria: quién sí, quién no, el número de seguidores en redes sociales, el número de views en un video, la cantidad de dinero que tienes para gastar, tu status quo, tu número de amistades, el tiempo de sobra que dispones para malgastar, etc.
Es casi como pedir peras al olmo, pero cómo me encantaría, que todas las personas dejáramos de medirnos dentro de estándares tan banales y estólidos, vacíos y apáticos y saber a carta cabal, que nuestra identidad no la hace nuestro par de zapatos, ni la cena que compramos anoche, ni los benditos fantasmas disfrazados de likes.
Pero, ¿Quiénes somos nosotros, pequeños y simples mortales, para contrariar a las grandes y poderosas marcas?
El consumismo y su manipulación, quieren hacernos creer, que comprar con dinero ciertas cosas, a cambio de tu tiempo de vida, te hace alguien, o te hace original por consumirlas o tenerlas, más claro, eres la última coca cola del desierto, eres único/a y detergente (expresiones usadas actualmente) y te diferencias de la masa, por ende, debes gritarlo al mundo, porque eres lo máximo. ¡Como tú, no hay dos!
Esto, mis queridos amigos, dista bastante de lo que debemos considerar nuestra identidad, ya que este hecho sólo amolda a ciertas personas para que sean igual de consumibles que las marcas, mas no muestran la verdadera esencia de las mismas.
Lo que vemos por fuera en una persona, puede ayudarnos a etiquetarla en cierto bando o grupo, porque hemos venido aprendiendo esto desde muy pequeños, como si de una clase de conjuntos se tratara: el elemento a “manzana” pertenece al conjunto F “frutas”; nos puede ilustrar las preferencias de vida de esa persona, ya que intenta encajar en las mismas, expresando mediante su vestimenta, lenguaje corporal, actitudes y aptitudes, quién es.
Pero ¿Qué pasa entonces, cuando una persona finge ser alguien más, o intenta desesperadamente encajar en cierto status o grupo, a como dé lugar, siendo infiel a sus propias formas y su propia naturaleza?
¿Es eso identidad?
Para ponernos a pensar si lo que vemos a nuestro alrededor, es verídico.
Caras vemos…
¿Qué hay entonces de lo que no podemos ver?
Creo fervientemente que aquí radica nuestra verdadera esencia, lo que nos hace nosotros, lo lindo y lo feo, nuestros peores miedos, nuestros valores, lo que hemos aprendido de la vida, nuestras metidas de pata, nuestras carencias, metas, vocaciones, criterios, discrepancias, fantasías, sueños, nuestras ideas y lo que deseamos hacer con ellas, nuestras perversiones, rarezas, complejos, seguridades, y toooodo ese constructo social que hemos adoptado como nuestro.
De esto subyace, nuestra identidad de género, cultural, nacional, familiar, de colectivos de interés, creencias religiosas y de nuestro diario vivir, hábitos, etc.
Si hablamos de identidad cultural, debemos saber que esta, no solo radica en la pluriculturalidad, en trajes típicos, lenguas autóctonas y el orgullo sano que esto representa, sino en todo el bagaje que hemos venido recolectando desde nuestros primeros años, como nuestra educación, maneras de interactuar con nuestro entorno natural y social y cómo perpetuamos dichos comportamientos.
Entonces somos quienes somos, desde la concepción que tenemos de nosotros mismos y de cómo nos perciben los demás.
Eso hace que Pepitx, sea dicha persona, con su nombre, herencia familiar, creencias varias y personalidad, cómo él o ella (o como se considere) se presenta hacia el mundo de manera física y también lo que este, percibe de esa persona.
Entonces, salta una pregunta….
¿Nuestra identidad es fija o es algo que cambia y evoluciona?
Hechos más vivenciales, que científicos
Numerosos filósofos, pensadores, profesionales de la psicología, antropología y más, han venido intentando toda una vida, dar en el clavo con la respuesta a esta interrogante y yacen muchos criterios; no obstante, en el común denominador de cada hipótesis, se subraya el hecho de que el mundo en sí, está en un constante cambio.
El mundo ha evolucionado, lo sigue haciendo y lo hará siempre, esto quiere decir, que todo lo que yace en él, cambia con él. El ser humano, por lo tanto, se encuentra sujeto a un permanente cambio en su fisonomía y capacidad de respuesta, por el cambio de su entorno, (ejemplo clarísimo: los virus y cómo nos afectan) en su espectro emocional debido a los aprendizajes, en su capacidad de percibir la realidad, debido a la evolución de la comunicación, y así, podemos seguir contando.
Entonces se concluye, que nuestra identidad también está en constante transformación, y no es para nada raro.
Ya te podrás dar cuenta de casos cercanos, de personas que cambiaron sus hábitos alimentarios y ahora son veganos, o que cambiaron de creencia religiosa y ahora son budistas, ateos o cristianos fieles, personas que se abrieron al mundo al reconocer su identidad de género, o personas que se empoderaron de sí mismas y ahora realizan labores muy diferentes de las que antes realizaban. Estos cambios pueden ser para bien o para mal, según el ojo que las mire, porque recordemos que, así como hay personas en el mundo, hay variedad de pensamientos y concepciones.
Pero también, salta el concepto, entre los estudiosos del tema, que el ser humano X, nunca deja de ser X, por más adornos o parafernalias que este utilice para modificar dicha percepción.
Así que nos deja un poco más confundidos que al principio, pero te invito a responderte a ti mismo/a la siguiente interrogante: ¿saber quiénes somos en su totalidad o tener una verdad absoluta, le quitaría el sentido permanente de búsqueda de nuestra identidad y con ello la emoción de crecer y evolucionar?
-Pausa para que lo pienses un poco-
Lo que he podido obtener de este extenso y complejo debate, es que la identidad se forja desde adentro y desde nuestro entorno más próximo, siendo nuestra herencia de hábitos, valores, creencias arraigadas, así mismo, nuestras experiencias personales e íntimas, nuestro resultado de las interacciones sociales que hemos tenido a lo largo de la vida, lo que nos hace nosotros: física, emocional, mental y socialmente.
Y ya depende de cada uno/a, mostrarnos auténticamente al mundo según lo que llevamos dentro, siendo transparentes, honestos y sin complejos, o nos adornamos con otros ropajes y máscaras, para disfrazarlos de originalidad y actitud, y así, encajar en los estándares mundanos y denominarlo erróneamente como: identidad.
Por tanto, concluyo, que identidad también se lleva de la mano con la palabra decisión.
Y tú la tienes siempre.
la lora mojada
Gabu Llinás

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